martes, 7 de abril de 2009

Escaleras arriba, escaleras abajo

Por Ana Oliveros

¡Pobre! De haber tenido la posibilidad habría retrocedido, pero la escalera eléctrica siguió su marcha. Otras personas se situaron detrás. Sí, ya no puede hacerlo. Ja. No quiere encontrarse conmigo. Intenta eludirme. Como si a mí me importara. Se ve tan nervioso. Qué patético. Esa debe ser su mujer. Qué iba a imaginarse que podíamos encontrarnos aquí. Elegante. Sí, la señora tiene clase. La imaginé mayor. Se dio cuenta de que me mira, de que le resulto conocida. Qué torpe, ponerse en evidencia de esa manera. Por mí, que siga de largo. Si yo estuviera en su lugar, fingiría no conocerlo. Quién lo manda a encapricharse. Uno espera que a un hombre de esa edad sepa manejar mejor sus cosas. Conquistarme, esa era su meta. Estaba convencido de que iba a lograrlo, pero para eso se requiere una cierta disposición de la que carezco. Mi asunto son los negocios.
Tarde. Otra vez tarde. Y Susana tenía que dejar el tiquete en el mostrador. Y ahora hay que volver a buscarlo. Media hora. No vamos a alcanzar a hacer migración. Van a cerrar el vuelo. ¡Joder! Todo atravesado y este mocoso adelante estorbando en esta bendita escalera. Ah no, no puede ser. ¿Qué hace ella aquí? ¿Qué hago? No puedo saludarla. Nunca la había visto de día. Luce más jovencita. Con lo bruja que es mi mujer, va a sospechar. Mejor no la saludo. El maletín, claro, el pasaporte, así disimulo. No lleva maquillaje. Me va a preguntar por qué la conozco. Por la oficina. No. Está muy joven para ser de la oficina. Su olor. Qué bien huele ella siempre. Amiga de Carlos. Sí, eso le voy a decir. No. No, porque entonces va a querer saber por qué conozco sus amigas. No, le diré que es de Alfonso. Sí. Sí, él es soltero. Se ve menos voluptuosa. Mira adelante. No va a saludar. Va a fingir que no sabe quién soy. La pulsera. Lleva la pulsera.
Qué tonto, se quedó mirándome y su mujer se dio cuenta. Responder el saludo, ¿qué otra cosa podía hacer? Habría sido más sospechoso si no respondo. La luz del día no lo favorece, lo hace lucir más viejo. Tenía los labios blancos y ella que estaba atenta desde su primer sobresalto se limitó a esperar a ver qué pasaba. Las mujeres siempre sabemos, lo sentimos. Si yo lo percibí cuando comenzó a bajar, mucho más ella que debe conocer hasta lo más mínimo de él. Hacen una buena pareja. Deben llevar muchos años juntos. No niego que los regalos me han gustado. La pulsera sobre todo. Pero no me deslumbra. Le advertí que no se pusiera en plan de Romeo, pero no me hizo caso. Es buena persona, pero… No ha entendido que negocios son negocios. ¡Pobre!

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