lunes, 8 de junio de 2009

TALLERES JUNIO Y JULIO

tintababelia
talleres de cuento, poesía, redacción básica y corrección de estilo

www.tintababelia.blogspot.com

tintababelia@live.com
Sede norte: Barrio Niza Antigua (cerca de Bulevar Niza y de Transmilenio)
Cel. 3157507055
Tel. 6134729

La corporación cultural tintababelia invita a los talleres de escritura que ha programado para iniciar en junio y julio, a cargo de profesores con estudios de maestría en Literatura de la Universidad de Buenos Aires y del Instituto Caro y Cuervo. Se propone una dinámica de taller-tertulia: grupos pequeños, bebidas calientes, participación activa de los asistentes y crítica minuciosa de los textos.
-Duración de cada taller: 4 sesiones (una sesión semanal de 2 a 3 horas según la cantidad de inscritos)
-Cupo máximo: 6 asistentes
-Valor: $80.000
-Reserva del cupo vía telefónica o correo-e (nombre, cédula, correo-e, números telefónicos, nombre del taller, grupo)
-Pago de la inscripción: personalmente (previa cita) o mediante consignación

A. Taller de Relato de ficción (nivel básico). Técnica narrativa: subjetividad y comunicabilidad
Grupo 1: martes 10 a.m. desde el 16 de junio
Grupo 2: miércoles 4:00 p.m. desde 17 de junio

B. Taller de relato de ficción (niveles avanzados)
Grupo 1 (Escritura y experiencia sensible): miércoles 2:30 p.m. desde 8 de julio
Grupo 2 (Escritura y experiencia sensible): sábados 2:30 p.m. desde 11 de julio

C. Taller de creación poética
Grupo 1 (Básico): viernes 6 p.m. desde 19 de junio

Más información por vía telefónica o a través del correo-e tintababelia@live.com

martes, 14 de abril de 2009

Mariana Blues

Por Julián Reyna
No sé qué es lo que más me gusta de Mariana. Siempre tan ella, tan ida, tan Mariana: su figura blanca, piel hialina que revolotea distante y no se detiene; siempre bailando, soñando, como un palpitar constante entre la música, en el aire volátil que me rodea. El bajo aturde, resuena y elimina razones, pensamientos, me desconecto de todo, de la gente, de ella, de mí mismo, qué cosa tan fuerte, qué cosa tan buena.
A Mariana la vi por primera vez en una fiesta. Música penetrante que te envuelve y no te deja respirar sin consumir un poco de su tacto, borrachera, música, ruido. El flaco, bien estallado; yo, un poco tristongo. Suele sucederme, mientras los demás fluyen y se envuelven, yo, pienso, observo; me cuesta, me cuesta bastante dejarme llevar, pero así me gusta, cada instante que pasa lo envuelvo en celofán, lo examino y analizo en mil partes. Quién dice que la tristeza no puede valer más que cualquier otro sentimiento. Melancolía, dolor suave, eterno, dolor por dentro, me gusta. Humo, nubes de humo y sudor entrelazadas, sauna lleno de figuras que se mueven, deliran y disfrutan de la música; estallido de mil conciencias, voladas al unísono cuando las notas suben más de la cuenta, más de lo soportable. Adiós pues me dice la cara del flaco con gestos entre doloridos y extasiados. Me muevo entre la gente, empujo, deambulo y empujo de nuevo, qué mierda esto tan lleno, pero así es mejor.
Qué frío hace aquí afuera, la gente fuma. Me dan ganas pero el cigarrillo nunca me ha gustado: es el humo, parece calientico, como si de chupar te calentara. Qué buena vista pero qué frío; este balconcito me gusta aunque está repleto, y yo, bien solo, dónde estará el flaco; mejor me quedo un rato y luego lo busco. Abro los ojos, su rostro frente al mío, qué hace aquí, conmigo. Hola, me dice. Siéntate pues. Gabriel, y vos…Mariana. Me quita el frío, la soledad, me comenta sus cosas mientras la gente baila, se agita y se funde con la música que me llega lenta, lejana, mientras sus labios, sus ojos y su pelo en movimiento me calan hondo, tan cerca de mí, tan cerca, que su aroma fiesta, aroma ella, toda ella me penetra. Salimos, sin palabras, sin el flaco, sin la fiesta, para no creer pues. Caminamos, en silencio, con el cielo raso bogotano y la calle dormida. Mi casa, mi cuarto, mis sábanas y Mariana. Cómo la deseaban ya sin conocerla y yo, victorioso, nervioso, contento, en fin, enmarianado.
Flaco cabrón, conocí a Mariana. Sí, Mariana, la nenita que me gustaba, ¿se acuerda?, la noche esa en que nos perdimos entre tanta gente, qué fiesta, flaco. Me dejó roto, sin saber más de ella que su cuerpo, sus besos, sus calores, flaco. Sí, yo sé, la voy a volver a ver uno de estos días, pero me duele, me duele Mariana, me sabe a ella y no puedo dejar de pensarla. Sí, yo sé flaco, la melancolía, esa maldita que no me deja ni para ir al baño, pero qué hago flaco, me duele siempre, siempre.
La busco, entre la gente, entre la música, en los baños, recovecos, la busco. El flaco, en su cuento; yo, en mi cuento; la gente, en su cuento, pero en fin, todos juntos, todos revueltos. Sudor, calor, música y más calor, más sudor pero nada de Mariana, qué mierda. El flaco sonríe, se ve contento y yo, no tan fresco, no tan contento, un poco triste, un poco de lado, en fin, yo. De Mariana nada, su figura nada, su color nada. Por eso espero, por eso vengo con el flaco; mientras el sonido aturde, el sudor corre y la gente baila, yo, enmarianado ando, esperando a que ella me encuentre y me saque de mi soledad fiesta, mi soledad ruido, mi soledad noche.

lunes, 13 de abril de 2009

En otra dirección

Por Lucía Hernández

Las lluvias no paran. Aguardo el cambio de semáforo en la esquina, a una cuadra de casa. Miro las olas de los charcos que los carros lanzan sobre mis zapatos desgastados y, de nuevo, me siento exhausta.

Hoy no quiero secar mis pies sola; el calor del chocolisto no será suficiente. Camino en otra dirección. Paula habrá de estar disponible.

Llego y ahí está, sonriente, con su pelo tan bien dispuesto y sus pechos tan bien envueltos en el blusón rosado.

Apenas el saludo. Mi rostro expresa lo suficiente. Nos sentamos la una frente a la otra, estiro mis piernas sobre las suyas. Medias y zapatos al suelo, y la tibieza de sus manos me aprieta con suavidad los dedos calados.

El agua se calienta; hablamos de las rutinas, del clima, hasta que mi mirada le advierte que hoy prefiero el silencio. Se concentra en los preparativos y, mientras pone mis pies en el agua, con toda su delicadeza, pregunta: ¿quieres también un masaje o solo vas a pintarte las uñas?

martes, 7 de abril de 2009

Escaleras arriba, escaleras abajo

Por Ana Oliveros

¡Pobre! De haber tenido la posibilidad habría retrocedido, pero la escalera eléctrica siguió su marcha. Otras personas se situaron detrás. Sí, ya no puede hacerlo. Ja. No quiere encontrarse conmigo. Intenta eludirme. Como si a mí me importara. Se ve tan nervioso. Qué patético. Esa debe ser su mujer. Qué iba a imaginarse que podíamos encontrarnos aquí. Elegante. Sí, la señora tiene clase. La imaginé mayor. Se dio cuenta de que me mira, de que le resulto conocida. Qué torpe, ponerse en evidencia de esa manera. Por mí, que siga de largo. Si yo estuviera en su lugar, fingiría no conocerlo. Quién lo manda a encapricharse. Uno espera que a un hombre de esa edad sepa manejar mejor sus cosas. Conquistarme, esa era su meta. Estaba convencido de que iba a lograrlo, pero para eso se requiere una cierta disposición de la que carezco. Mi asunto son los negocios.
Tarde. Otra vez tarde. Y Susana tenía que dejar el tiquete en el mostrador. Y ahora hay que volver a buscarlo. Media hora. No vamos a alcanzar a hacer migración. Van a cerrar el vuelo. ¡Joder! Todo atravesado y este mocoso adelante estorbando en esta bendita escalera. Ah no, no puede ser. ¿Qué hace ella aquí? ¿Qué hago? No puedo saludarla. Nunca la había visto de día. Luce más jovencita. Con lo bruja que es mi mujer, va a sospechar. Mejor no la saludo. El maletín, claro, el pasaporte, así disimulo. No lleva maquillaje. Me va a preguntar por qué la conozco. Por la oficina. No. Está muy joven para ser de la oficina. Su olor. Qué bien huele ella siempre. Amiga de Carlos. Sí, eso le voy a decir. No. No, porque entonces va a querer saber por qué conozco sus amigas. No, le diré que es de Alfonso. Sí. Sí, él es soltero. Se ve menos voluptuosa. Mira adelante. No va a saludar. Va a fingir que no sabe quién soy. La pulsera. Lleva la pulsera.
Qué tonto, se quedó mirándome y su mujer se dio cuenta. Responder el saludo, ¿qué otra cosa podía hacer? Habría sido más sospechoso si no respondo. La luz del día no lo favorece, lo hace lucir más viejo. Tenía los labios blancos y ella que estaba atenta desde su primer sobresalto se limitó a esperar a ver qué pasaba. Las mujeres siempre sabemos, lo sentimos. Si yo lo percibí cuando comenzó a bajar, mucho más ella que debe conocer hasta lo más mínimo de él. Hacen una buena pareja. Deben llevar muchos años juntos. No niego que los regalos me han gustado. La pulsera sobre todo. Pero no me deslumbra. Le advertí que no se pusiera en plan de Romeo, pero no me hizo caso. Es buena persona, pero… No ha entendido que negocios son negocios. ¡Pobre!

Un sueño cumplido

Por María Helena Cuadros
Así, juntos, como debimos estar siempre. Al fin, lo que tanto esperé. Ya no te vas a marchar. Qué grata es tu compañía. Mi corazón salta; mira, está dichoso. Tu piel es tibia, suave, dulce, amable. Puedo acariciarte, deslizarme por tu piel, una y otra vez, aunque duela. La piel es blanda cuando se quiere. Provoca pegarse. Untarme toda de ti. Repetir mil veces las caricias. Tocar tus oídos, descubrir lo que escuchas. Descansas plácido... No necesitas abrir los ojos. Para qué abrirlos. El día está gris, llovizna. Cuánto han visto tus ojos. Dónde, dónde tienes la memoria de tus ojos. Déjame ver esas imágenes, también allí han de estar tus pensamientos. Necesito conocerte. En qué piensas, te ves ausente. ¿Piensas en mí? Estamos juntos o te has alejado. Quizá piensas en otras mujeres, claro, las mujeres de tus sueños. Aleja esos pensamientos, mi madre dice que no son buenos. Me encanta tu boca, suave, carnosa. Los besos, los tengo todos aquí en mi garganta, apretados, ansiosos de más besos. Descansar como siempre en tu ombligo y escuchar. La vida es ruidosa; nadie puede aquietar sus borbotones. Mira si es curioso, te ves tan quieto, pero por dentro hierves. No hay por qué inquietarse. Dicen que el sueño es una pequeña muerte. Ya no le temo, es parte de la vida. Sí, así es mejor, con los ojos cerrados. No te quiero herir, sabes que no lo haría. Sólo quiero ver cómo fluye la vida por tu cuerpo. Tu piel duerme un sueño largo, mira, no duele. Cada vez me sorprendes más, te imaginé tan diferente. Sí, pareces distinto pero tan bello. Déjame hurgar, te conozco poco… El escarlata es escandaloso, me encandila, no deja ver bien. Qué delicia tocarte. Mira, aquí se hunde, como una almohadilla, es aquí donde respiras, ¿verdad?, y esto, debe ser tu corazón, está escondido, un poco esquivo. Tal vez tiene dudas, sí, pero no importa, se que con él me has amado, por algo quisiste quedarte conmigo. Te has pegado a mis manos. Me gusta saber que no te quieres soltar. ¿Por qué te inquietas, acaso no sabes que este también es mi sueño? Ahora sé que te conozco más que nadie. Qué maravilloso es estar juntos. Shshshshsh. ¿Escuchas los pasos? Hay que bajar la voz, ¡timbran! No debe ser nada. Siempre hay tontos que se equivocan. Interrumpirnos para qué. Este sitio es nuestro, nuestro y nada más. Escucha, son varias personas. También a mí me fastidia ese ruido insistente del timbre. ¿Qué hacemos? Tal vez oyeron los gritos. Te lo dije, en ocasiones te pones necio. No has debido gritar. Sí, sabes que me gusta jugar pero esta vez fue tu decisión. No era un juego y lo sabías, ¿verdad que lo sabías? No lo pudiste disimular. Estabas feliz. Se que te gustó la idea. Reíste tanto. Me miraste con ternura. Lo sé, a veces piensas que soy infantil. Esta vez, por fin, me tomaste en serio. Todo estuvo bien, amor, pero has debido callarte. Ahora golpean con fuerza. ¡Cómo fastidian! Ayúdame a pensar. Sí, lo sé, nadie nos va a separar. Yo también estoy feliz. Es cuestión de minutos. Sólo moverme con cuidado. Un vaso de agua y estas pastillas. Qué dicha recostarme junto a ti. Así, juntos, como debimos estar siempre.

viernes, 16 de enero de 2009

Sobre la literatura

“La ausencia convoca un deseo. La satisfacción del deseo es una acción. Y el nombre de esa acción es Literatura.”
Carlos Fuentes

viernes, 26 de diciembre de 2008

Lina dulce aceituna

Por Cristhian Torres

Lina tiene un olor suave; a dulce, a violeta, a beso. Acabo de conocerla. Acercó su mejilla, yo acerqué la mía y pude olfatear su pelo. Al besarnos sentí su piel junto a la mía, sus vellos me hicieron cosquillas. Sentí ganas de amarla con mis manos y mis palabras y mis besos y mi abrazo y mi cuerpo entre su cuerpo. Entre su cuerpo. Lina tiene también un mar oculto, turbulento, capaz de arrebatarme hasta lo más profundo. Me ahogo en Lina bajo sus olas implacables, en medio de una tormenta que amenaza con nubes siniestras. Ella quiere consumir mi alma, destrozar mi vida y ponerme a su servicio; quiere atrapar mi cuerpo con sus manos, dejar el envase vacío, devorar los restos del delito. No se va a contentar con la carne del ciervo; succionará la médula de mis huesos y luego los triturará. Porque sus olas son inmensas, ácidas, su entrepierna tiene el sabor de una aceituna, delicioso amargo y jugoso, porque bajo sus aguas hay un coral de brazos que me halan hacia el precipicio me abrazan con fuerza sobrenatural peces con forma de lengua bocas gigantes agujeros insaciables dispuestos a tragarse el mundo entero abismos imposibles que crecen y se alimentan. Entierra sus uñas en mi espalda su precipicio crece mientras caigo Lina violeta dulce monstruo que acaba de besar mi mejilla.

Taller Sede Niza Antigua

Taller Sede Niza Antigua

Taller Sede Luvina

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