viernes, 26 de diciembre de 2008

Lina dulce aceituna

Por Cristhian Torres

Lina tiene un olor suave; a dulce, a violeta, a beso. Acabo de conocerla. Acercó su mejilla, yo acerqué la mía y pude olfatear su pelo. Al besarnos sentí su piel junto a la mía, sus vellos me hicieron cosquillas. Sentí ganas de amarla con mis manos y mis palabras y mis besos y mi abrazo y mi cuerpo entre su cuerpo. Entre su cuerpo. Lina tiene también un mar oculto, turbulento, capaz de arrebatarme hasta lo más profundo. Me ahogo en Lina bajo sus olas implacables, en medio de una tormenta que amenaza con nubes siniestras. Ella quiere consumir mi alma, destrozar mi vida y ponerme a su servicio; quiere atrapar mi cuerpo con sus manos, dejar el envase vacío, devorar los restos del delito. No se va a contentar con la carne del ciervo; succionará la médula de mis huesos y luego los triturará. Porque sus olas son inmensas, ácidas, su entrepierna tiene el sabor de una aceituna, delicioso amargo y jugoso, porque bajo sus aguas hay un coral de brazos que me halan hacia el precipicio me abrazan con fuerza sobrenatural peces con forma de lengua bocas gigantes agujeros insaciables dispuestos a tragarse el mundo entero abismos imposibles que crecen y se alimentan. Entierra sus uñas en mi espalda su precipicio crece mientras caigo Lina violeta dulce monstruo que acaba de besar mi mejilla.

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